Por Ana Sánchez Bao, endocrina del Hospital San Rafael
En los últimos años se están produciendo cambios muy rápidos en los hábitos alimentarios. Hay un aumento significativo de las conductas y comportamientos alterados en relación con la comida y la alimentación. La sobrevaloración y preocupación excesiva por el peso, la insatisfacción con la propia imagen y los comportamientos dirigidos a adelgazar pueden ser el inicio de trastornos de la conducta alimentaria
Qué son los TCA
Son patologías mentales en las que existe una excesiva preocupación por el peso y la imagen corporal, a menudo con una percepción distorsionada de la misma. Estas patologías conducen a conductas anómalas en torno a la alimentación con consecuencias físicas, psicopatológicas y sociales.
Tipos de trastornos
Los trastornos de la Conducta Alimentaria más conocidos son la Anorexia Nerviosa y la Bulimia Nerviosa pero no son los únicos. La última clasificación (DSM-V) de la Asociación Americana de Psiquiatría incluye otros trastornos menos frecuentes como el trastorno por atracón, trastorno por ingesta nocturna de alimentos, la pica o el trastorno por rumiación.
Diferencias entre anorexia nerviosa y bulimia
La anorexia nerviosa se define como un trastorno psiquiátrico con una disminución autoinducida de la ingesta de alimentos. Esta produce una pérdida deliberada de peso. El cuadro clínico característico asocia miedo intenso a engordar y una alteración del esquema corporal.
La bulimia nerviosa se caracteriza por episodios repetidos de ingesta excesiva y compulsiva de alimentos. Esto va asociado con una sensación de falta de control sobre dicha ingesta (atracones) y una preocupación exagerada por el peso corporal. Así la persona con bulimia desarrolla comportamientos “compensatorios” para evitar ganar peso.
Es frecuente que los pacientes evolucionen de una categoría a otra a lo largo de su vida. La mitad de los pacientes con anorexia, en su evolución, van a desarrollar conductas bulímicas.
Quién está en riesgo de sufrir trastornos de la conducta alimentaria
Clásicamente se han descrito varios grupos de riesgo (gimnastas, bailarinas, modelos, artistas, etc) de trastornos de la conducta alimentaria. Es un trastorno más frecuente en el sexo femenino, con una proporción de 10:1 con respecto a los varones. También tiene mayor incidencia en edades comprendidas entre los 15-25 años. Suele producirse más en el medio urbano y en clases sociales medias-altas pero en los últimos años el problema se ha extendido a grupos más amplios de la población. Con los datos en la mano, el perfil típico no debe despistarnos, ya que cualquier persona podría estar en riesgo.
Señales de alarma de trastornos alimentarios
- Pérdida significativa de peso en un período corto de tiempo.
- Detención del crecimiento y del desarrollo en los niños.
- Restricción voluntaria de la ingesta, saltarse comidas.
- Desarrollo de rituales hacia la comida, con selección de alimentos.
- Evitar comer acompañado.
- Atracones, “desaparición” de alimentos de la despensa de casa.
- Esconder comida.
- Negación de estar hambriento.
- Fluctuaciones en el estado de ánimo, irritabilidad, falta de tolerancia.
- Ejercicio excesivo.
- Miedo intenso a engordar.
- Distorsión de la imagen corporal, global o parcial.
- Dificultad para comunicar sentimientos.
- Disminución de la actividad social.
- Maniobras de compensación ante “excesos” de comida.
- No se siente bien consigo mismo si no está delgado, pero nunca está lo suficientemente delgado para sentirse bien.
Consecuencias de un trastorno alimentario
Las consecuencias del trastorno abarcan tanto el plano psicológico como el físico. En la esfera emocional son frecuentes los síntomas depresivos, la labilidad emocional, baja autoestima, inseguridad y aislamiento.
En la parte física encontramos cambios a nivel de piel y pelo, anemia, desnutrición con déficit de vitaminas y hidroelectrolitos (hipopotasemia, hipomagnesemia, hipofosfatemia), algunas de las cuales pueden llevar a arritmias y alteraciones en la contractilidad cardíaca. Pueden existir trastornos hormonales como disfunción sexual y ausencia del periodo menstrual. Si la desnutrición es severa, podemos encontrar alteraciones neurológicas y en la inmunidad celular con el subsiguiente riesgo de infecciones.
Qué hacer si sospechamos de un TCA
Es importante realizar un diagnóstico y tratamiento precoces, ya que son enfermedades con alto riesgo de cronicidad y potencialmente mortales en algunos casos. El “esperar y ver” sólo conduce a correr riesgos innecesarios y a agravar la evolución del proceso. Existen además asociaciones de ayuda que pueden brindar apoyo a las familias.
El objetivo es disminuir el tiempo que transcurre desde que detectamos el TCA hasta que se establece el diagnóstico. Tres puntos clave para mejorar el pronóstico son: la existencia de un diagnóstico precoz, la implantación de un tratamiento adecuado y el contar con un dispositivo asistencial eficaz y multidisciplinar. Ante los primeros síntomas o señales de alarma, debe consultar a su médico.
Fuentes:
Manual de Endocrinología y Nutrición. Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición .
American Psychiatric Association, Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders. Fifth edition (DSM-V). Washinghton DC: American Psychiatric Association; 2013.