La salud siempre es lo primero, y en verano tenemos que adoptar ciertas precauciones para disfrutar del buen tiempo y del mayor tiempo de ocio sin preocupaciones. Al hablar de salud en período estival siempre pensamos en la protección de la piel. Las campañas de concienciación han hecho su trabajo, y la mayoría de la población es consciente de la necesidad de utilizar protector solar para evitar quemaduras, que además se pueden traducir en un mayor riesgo de sufrir un cáncer de piel. Pero hay otros aspectos de nuestra salud en los que no nos fijamos tanto y que son igual de importantes.
Afecciones oculares
El Colegio Nacional de Ópticos y Optometristas advierte de que hay una relación directa entre la radiación solar y problemas oculares como las cataratas, la queratitis o la conjuntivitis. Por eso durante el verano las gafas de sol deben acompañarnos siempre, pero no cualquier tipo de gafas. Nada de gafas de mercadillo o de tiendas de complementos, Sólo las gafas compradas en establecimientos sanitarios de óptica pueden asegurar una protección eficaz. Para el campo o la playa lo ideal es que tus gafas de sol tengan un filtro categoría 3 o, como mínimo, categoría 2. Comprueba también si tienen la etiqueta “CE” conforme cumplen con la normativa de la Unión Europea. Todos estos datos puedes comprobarlos en las patillas o en el manual de información si lo tuviesen.
También tenemos que tener cuidado con el cloro y la sal, ya que pueden causar irritaciones muy incómodas. Para ello debemos evitar abrir los ojos debajo del agua o utilizar unas gafas de natación adecuadas. Y no hay que olvidarse de prestar atención a la hidratación de nuestros ojos. El ambiente seco y el calor del verano pueden causar una mayor sequedad, que podemos solucionar con unas gotas de suero.
Hongos
Con el verano llegan los bañadores mojados, el sudor, las duchas compartidas, las piscinas públicas…Un ambiente húmedo y con altas temperaturas es el perfecto caldo de cultivo para los hongos. Lo más común es que aparezcan afecciones como los pies de atleta, candidiasis vaginal, hongos en las uñas o pitiriasis versicolor. Los hongos no son una afección grave y podemos tratarlos con cremas o polvos antimicóticos o antifúngicos orales, pero pueden causarnos irritación, picazón, grietas, mal olor o sudoración excesiva.
Para evitarlos lo más importante es mantener secas todas las partes de nuestro cuerpo: evitar dejarnos el bañador mojado puesto mucho tiempo, cambiarnos los calcetines en caso de estar húmedos, dejar ventilar siempre los zapatos al quitárnoslos, secarnos bien al salir de la ducha y tener cuidado con el sudor. Si visitas piscinas públicas o gimnasios es vital usar tu propia toalla y chanclas tanto en las instalaciones como en las duchas, ya que hay una gran cantidad de hongos en ese tipo de superficies.
Intoxicaciones alimentarias
Con el calor y los despistes de las vacaciones las intoxicaciones alimentarias son mucho más comunes que el resto del año. Las altas temperaturas facilitan que los alimentos se estropeen antes y que crezcan los microorganismos, por eso debemos extremar las precauciones. La intoxicación más conocida es la salmonelosis, que puede producirse por contaminaciones sobre todo en huevos, carne de ave y algunas veces en pescados y vegetales sin lavar, o a través de mascotas, especialmente reptiles. Para evitar las intoxicaciones alimentarias debemos prestar mucha atención a la manipulación de los alimentos, evitar comer carnes y pescados crudos o semicrudos, nunca dejar fuera de la nevera alimentos preparados (sobre todo si llevan huevo crudo) y no consumirlos más de dos días después. Debemos lavarnos siempre bien las manos y no olvidarnos de higienizar bien las tablas y cuchillos que utilizamos para evitar la contaminación cruzada.
Golpes de calor
Los golpes de calor son muy comunes en verano, y se producen cuando la temperatura corporal, al estar expuestos a las altas temperaturas o al sol intenso, alcanza los 40º. Los síntomas son temperatura elevada, alteración en la sudoración, la respiración o la frecuencia cardíaca, náuseas y vómitos, dolor de cabeza o cambios en el comportamiento (irritabilidad, delirio, confusión…). Para evitarlo es vital mantener nuestra hidratación, evitar comidas copiosas, la exposición solar prolongada y hacer ejercicio en las horas centrales del día. En caso de que tú o alguien cercano sufra un golpe de calor, es muy importante buscar ayuda médica urgente. Se deben tomar medidas de inmediato para enfriar a la persona afectada, y puedes hacerlo metiéndola en agua fría, pasándole una esponja con agua fresca o colocando hielo o compresas frías en los puntos más calientes: cabeza, cuello, axilas e ingles.
Otitis
La otitis consiste en la inflamación del oído, y puede tener origen vírico, bacteriano o fúngico. No tiene por qué ser grave, pero si no se trata debidamente puede derivar en pérdidas de audición. Los más afectados son los niños, de hecho la Asociación Española de Pediatría calcula que a los cinco años el 90% de los niños habrán sufrido una afección de este tipo. El síntoma principal es el dolor de oído, que puede ir acompañado de secreción, aunque puede aparecer fiebre, malestar general, irritabilidad, pérdida de audición o sensación de presión.
Pero, ¿qué causa la otitis? Lo más común es que las otitis se produzcan asociadas a procesos infecciosos en faringe o garganta o el exceso de moco, pero en verano aparecen las comúnmente llamadas “otitis piscineras”, que suelen ser otitis externas causadas por microorganismos que sobreviven a los sistemas de depuración de las piscinas y que causan dolor y molestias. Para evitarlas, lo primero es dejar de usar bastoncillos para limpiar el conducto auditivo, ya que eliminan la capa de cera que protege el oído evitando que se asienten los gérmenes. Si tenemos tendencia a sufrir otitis debemos evitar la humedad, así que tenemos que secarnos bien tras el baño, y se recomienda el uso de tapones. Lanzarnos de golpe a la piscina puede hacer que entre agua, además de exponer al oído a un cambio de presión brusco, por lo que tenemos que limitar esas actividades.
Sabemos que en vacaciones nos relajamos y bajamos el nivel de alerta, pero no debemos dejar de prestar atención a nuestra salud. Si tienes síntomas de alguna de estas afecciones, consulta rápido con un médico, así evitarás complicaciones y podrás disfrutar del verano sin preocuparte. Además, al disponer de mayor tiempo libre, el verano es un buen momento para someterte a una revisión médica. Disfruta, ¡pero cuídate!