José Cuenca Castillo. Director médico del Hospital San Rafael y patrono de la Fundación San Rafael
José Cuenca Castillo asumió la dirección médica del Hospital San Rafael en plena pandemia, hace ahora ocho meses, después de ocupar la dirección del Servicio de Cirugía Cardíaca en el Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña durante 11 años. Desde 2005 compatibilizó el puesto con su consulta como cirujano en el Hospital San Rafael y es patrono de la Fundación San Rafael. Cuando hace un año la gerencia del centro le propuso tomar el relevo de Antolín Rodríguez, aceptó el reto de liderar la gestión y organización de un hospital en un momento clave para la atención sanitaria y la salud pública. El mayor valor del Hospital San Rafael, dice, es que ofrece una atención personalizada que permite forjar una relación de entendimiento entre médico y paciente.
-2020 fue un año muy especial, ¿no? Asumir la dirección médica del hospital San Rafael en este momento…
-Tremendo. Se me han juntado las dos cosas. De un lado, un cambio muy importante en mi vida profesional, decidido antes del inicio de la pandemia. Y luego, la llegada de la pandemia, que nos ha hecho ir adaptándonos constantemente porque todo ha sido distinto en todos los aspectos. De todas formas, ahora ya no sé si prefiero que haya sido todo el mismo año (se ríe) porque si no, hubieran sido 2 procesos de adaptación; en este trabajo y luego, un año o 2 después, enfrentarme a una pandemia…
–Ha sido intenso pero ya una vez pasado esto…
-Sí, el 2020 difícilmente será olvidable, aunque uno nunca sabe lo que puede pasar.
-Ya era cirujano en el Hospital San Rafael. ¿Qué ha supuesto asumir ahora la dirección médica?
-Es verdad que llevaba 15 años trabajando en el hospital. La oportunidad se planteó hace un año en torno al Día de Reyes, seis meses antes de que se jubilase Antolín Rodríguez, el anterior director médico. La gerencia estaba viendo las posibilidades, me lo plantearon y me tomé un lógico proceso de reflexión. Yo conocía muy bien el hospital, a todo el equipo y soy patrono de la Fundación San Rafael y ellos me conocían a mí. No era la relación de un cirujano que viene a consulta y operar y se va. Esto me ayudó a valorar la situación y a decidirme.
-Es un cambio considerable, ¿no?
-Sí, ahora además de la actividad quirúrgica, tengo la responsabilidad de gestión de un equipo mucho más grande del que dirigía y de especialidades que conozco mucho menos que la mía. Es un reto de información y organización. Hay momentos en la vida para casi todo y etapas distintas. Los cirujanos, por ejemplo, al principio de nuestra etapa profesional necesitamos pasar muchas horas en quirófano. Al principio para convencernos de que podemos hacerlo, de aprendizaje, algo que no es nada fácil y que nos lleva años. Tenemos una obsesión tremenda por operar y ni queremos coger muchas vacaciones. Luego entramos en una etapa de madurez en la que ganamos seguridad y no necesitamos tanta actividad y hay otros aspectos más organizativos que te atraen. Probablemente es cuando puedes aportar valor porque tienes experiencia para ello. Esto suele coincidir con los últimos años de tu etapa profesional. Y eso fue lo que me planteé, vi cuál era mi deseo de futuro a diez años vista y por eso decidí dar este cambio profesional.
-¿Y cómo han sido estos primeros meses? Suponemos que uno llega, estudia la situación y luego se marca unos retos, objetivos… ¿Estamos en esa fase?
-Sí, ya de partida habíamos planteado con la gerencia desarrollar varios proyectos que la situación derivada del coronavirus nos ha cambiado totalmente. A partir de marzo, ha sido una continua adaptación a la situación. Primero, el confinamiento y el parón que hubo en la actividad sanitaria porque los hospitales privados quedaron prácticamente paralizados. Luego hemos tenido que adaptarnos a normalizar la actividad sanitaria con todas las medidas de seguridad, normativas, control, la implantación de pruebas para la detección de la infección… Todo esto antes no existía. E intentamos recuperar al máximo todo el tiempo perdido durante casi 2 meses con un montón de pruebas e intervenciones canceladas y retrasadas pero cuidando de no aglomerarnos. Los hospitales son sitios cerrados, no muy grandes y hay cierta tendencia a las aglomeración de personas, con lo que no es fácil intentar recuperar la actividad de pacientes con patologías convencionales. Pacientes que han visto parados sus controles médicos durante meses. Y esta continua adaptación se ha dado a la vez con la enorme demanda de personal sanitario, fundamentalmente de Enfermería, por parte del sistema público y que nos hemos tenido que adaptar a trabajar de forma diferente.
-¡Y tan diferente!
-Sí, por eso hay proyectos en el hospital que pensábamos empezar antes y que quedarán un poco para el futuro, cuando se normalice la actividad. Pero también estamos intentando sacar lo bueno porque toda crisis siempre tiene aspectos buenos. Obliga a hacer las cosas de forma diferente y muchas veces te das cuenta de que esa forma nueva aporta.
La ampliación del Hospital San Rafael, más necesaria que nunca
-¿Cuáles son esos proyectos que veremos en los próximos meses y años?
-El hospital está inmerso en un proceso de modernización de infraestructuras y equipamientos que es lo que teníamos previsto. Estamos cambiando todo el sistema informático, que va a permitir trabajar con mayor coordinación la parte asistencial y la administrativa. Incorporaremos alguna mejora tecnológica, que se ha visto retrasada, en concreto en medios de diagnóstico por imagen. En la parte de infraestructuras, el proyecto de ampliación del hospital.
-Que ya viene de antiguo…
-Sí, viene de atrás. El hospital necesita poder crecer y sobre todo para adaptarnos a las normas que hoy en día se nos exigen. En general, toda la normativa en el ámbito hospitalario hace que se necesite más espacio para nuevas circulaciones de pacientes, de materiales, en los bloques quirúrgicos… Si construyes un hospital nuevo, es muy fácil cumplir con todo ello, pero si partes de una estructura previa, sólo puedes ampliarlo para reorganizar los espacios. Estamos en conversaciones con el Ayuntamiento para ver cuándo se puede iniciar la obra. El crecimiento en espacios ya supone otra modernización y reorganización y poder incorporar más tecnología y especialidades que sin sitio es difícil afrontar. Además, siempre buscamos incorporar a los especialistas que necesitamos con el objetivo de tener a los mejores profesionales y ahí no influye tanto la pandemia. Hemos incorporado especialistas en neumología, otorrinolaringología, cirugía vascular… Y vamos a seguir manteniendo esta línea siempre, buscando a los profesionales que por cualificación profesional y por aspectos humanos y personales aporten más valor a un hospital de estas características.
-Tiene una amplia trayectoria en el sector público y en otros hospitales. ¿Cuáles son los valores que destacan del Hospital San Rafael?
-Mi experiencia desde 2005 es que siempre hemos buscado aportar un plus en la práctica de la medicina… En un gran centro hay una forma de trabajar, con equipos muy grandes de personas, equipos que se sustituyen unos a otros y es una medicina más tecnificada e impersonal. Un paciente entra en un hospital y se le aplica un protocolo. Tras 2 o 3 semanas de ingreso a lo mejor ha sido atendido por 6 o 7 profesionales magníficamente cualificados y ha sido sometido a exploraciones con tecnología súper efectiva y eficiente. Pero falta una parte en la que se explique al paciente qué le ha pasado, por qué causas, el diagnóstico, el tratamiento administrado y para qué sirve y qué es a lo que a partir de ahora, tiene que dar importancia. Esto, la dinámica de la saturación y la presión asistencial muchas veces hace que no lo hagamos con la suficiente meticulosidad y adaptado a la capacidad de entender del paciente, en función de su edad y sus conocimientos. Una persona de 70 u 80 años no entiende lo mismo que una de 30, y además, lo que le vas a contar sobre su futuro no tiene nada que ver.
El valor del trato cercano y personalizado al paciente
-Efectivamente, ni probablemente lo va a asumir igual.
-Exacto. A veces se habla de medicina más humanizada, pero no me gusta el término porque parece que lo otro no tiene consideración hacia el ser humano y eso no es verdad. Todos los que hemos trabajado en centros grandes y hospitales públicos hemos puesto todo nuestro empeño en salvar y cuidar al ser humano. La forma de trabajar, la organización y la masificación de la atención hace que no se pueda tener un trato tan personalizado como permiten hospitales más pequeños como este, que sí se pueden dirigir mucho al contacto entre médico y paciente, hay una mayor cercanía y un mayor seguimiento entre estas dos personas.
-¿Y esto qué supone para el paciente?
Esta forma de hacer medicina es la forma a la que los médicos claramente nos gusta pero no es un sistema fácilmente reproducible en un sistema sanitario como el nuestro, que al ser universal, conlleva una cuantía y masificación consustancial e inevitable. Y gracias a Dios que lo tenemos porque permite que todos los pacientes tengan una atención segura. Pero no permite dedicar todo el tiempo que el paciente necesita. Aquí sí podemos hacerlo y desde que empecé en 2005 lo he experimentado. Cuando un paciente se sienta con un profesional durante 45 minutos y resuelve todas sus dudas y la importancia de su tratamiento, se queda más tranquilo. Entiende el tratamiento y sabe lo importante que es tomárselo. Consigues más beneficios que con el típico informe médico en el que va muy bien redactado. Creo que es lo que más tenemos que poner en valor; hacer una medicina tecnológicamente lo avanzada que sea necesaria pero sin perder esa capacidad de poder estar más cerca de los pacientes.
-Sin duda, es una cuestión clave.
-Sí. Incluso en el ámbito quirúrgico, este tipo de relación es muy importante porque a mí me ha costado muchísimo más en toda mi vida explicarle a un paciente que no debía someterse a una intervención de riesgo con muy dudoso valor que convencer a alguien de lo indicado de una intervención. En este contexto la relación médico-paciente tiene mucho valor añadido. La vivencia que el ser humano tiene de su enfermedad es muy especial porque tiene una enorme carga de subjetividad y tiene mucho impacto en la relación entre médico y paciente y la medicina tiene muchísima parte de diálogo con el paciente. El paciente que entiende esto su vida cambia radicalmente porque va a poder adaptar sus hábitos de vida y seguir el tratamiento de forma correcta y clara. Pero es un proceso que consume tiempo y hace necesario adaptarse a cada paciente.
-La formación tiene un peso muy importante en el hospital San Rafael, ¿en qué medida se verá impulsada por la Cátedra Fundación San Rafael-UDC?
-La formación es muy importante sobre todo en Enfermería, porque nos llegan profesionales muy jóvenes que necesitan formación complementaria. Además, el Hospital San Rafael tiene un Plan Anual de Formación que se cuida bastante para intentar que todos los estamentos del hospital puedan desarrollarlo. Ahora la Fundación nos va a permitir desarrollar más formación e investigación. Y luego hay que estar preparados para hacer mucha formación de cara a la opinión pública. Siempre es bueno que la población esté en contacto con la información más veraz posible porque ahora tenemos mucha información y muy rápida pero no toda ella es del valor adecuado. Como la información no está bien dirigida, hay un cierto caos formativo, por ejemplo en los test para detectar el coronavirus. Ahora no es momento de hacer grandes reuniones de personas más allá de webinars pero sí que es bueno hacer formación de determinados aspectos con información más oficial, estructurada y más veraz.
El coronavirus puede convertirse en una enfermedad como la gripe
-Hablando del coronavirus, ¿estamos ya en pleno año de la esperanza con las vacunas?
-Sí, si no nos llevamos una muy desagradable sorpresa, y no me parece probable porque los resultados de varios estudios y varias vacunas son coincidentes. Debemos ver pronto una mejoría muy importante en cuanto tengamos vacunada a la población de más de 65 años veremos una mejora en la carga hospitalaria y en la mortalidad, que es la franja de edad en la que se concentran ambas cosas. Podemos conseguirlo relativamente pronto, entre 3 y 5 meses, y ahí debe haber un salto cualitativo importante. Porque a partir de ese momento habrá que intentar que no continúe el contagio, pero las personas jóvenes infectadas son asintomáticas o sufren síntomas muy leves y nos preocupan muchísimo por la capacidad que tienen de contagiar a los de riesgo. La repercusión de la enfermedad en personas jóvenes suele ser muy ligera y no nos preocuparán en general como no nos preocupaban con la gripe. Y la gripe generaba mortalidad en España…
-¡Y tanto!
-Mucha más de la que pensábamos pero estábamos más acostumbrados y el daño y la ocupación hospitalaria y la mortalidad estaba contenido a 2 meses al año y era siempre así. Esta enfermedad puede acabar convirtiéndose en algo así. Creo que en el verano tiene que verse una mejora muy importante y eso va a ayudar a que la vida se normalice.
-Este momento de pandemia a todos nos ha impactado con cuestiones que nos resultaban como ajenas, antiguas y lejanas, como la gripe española. Es una situación totalmente nueva. Pero, ¿cómo vive este reto sanitario un médico?
-A los que nos ha pillado en ejercicio, hemos vivido y corroborado algo que estudiamos en la carrera cuando nos hablaban de epidemias o pandemias. Todos pensamos que esto iba a ocurrir alguna vez. Vivimos rodeados de gérmenes cada vez más difíciles de tratar y la humanidad y la ciencia siempre han sido capaces de desarrollar antibióticos nuevos, capaces de mantener bajo control los gérmenes. Siempre que ha habido una pequeña amenaza de epidemia en algún lugar todos pensamos “esta va a ser”, y va a tener una gran repercusión. Pero a la vez, piensas que la humanidad es inmune porque tenemos un poderío científico enorme y un poco se ha sintetizado en la capacidad de desarrollar una vacuna en menos de un año.
-¡Y un tipo de vacuna que nunca antes se había logrado!
-Es un avance tecnológico impresionante y espectacular pero lo que nos ha enseñado a todos, incluidos los médicos, es que en realidad el ser humano es muchísimo más frágil de lo que pensamos. Un virus que es una materia que no tiene vida propia, tiene la necesidad de anidar en un ser vivo para vivir y desarrollarse. Y que sea capaz de hacer este tipo de daño universal y que lo veas en dimensión real… A los médicos nos ha enseñado que las epidemias y pandemias no son un problema sanitario sino de salud pública. No hay ningún sistema sanitario dimensionado para hacer frente a epidemias y pandemias. Está dimensionado para enfermedades comunes, entre las que hay infecciones.
Cuando nos enfrentamos a una situación de este calibre, con un número de pacientes que nos desbordan, debemos pensar que los países tienen que reforzar sus redes de control de la salud pública. Porque esto no los vamos a evitar construyendo hospitales. Ahora tenemos que enfrentar la situación saliendo de este problema pero no es la solución a largo plazo. No va a servir de nada tener un almacén con 1.000 respiradores guardados para la próxima pandemia porque igual entonces no funcionan. Ni tener 5 hospitales de pandemias como el Zendal de Madrid esperando a la próxima. Tendremos que intentar ordenar con sosiego cómo queremos hacer las cosas y reflexionar cómo la sociedad quiere gestionar sus recursos y trasladarlo a los profesionales que van a hacer uso de esos recursos con las normas claras.