A unas semanas de Navidad las campañas de dos marcas han dado la campanada publicitaria con mensajes emocionales que invitan a la reflexión. Una firma de licores y otra de mobiliario apelan este año en sus spots navideños a disfrutar del tiempo, de la compañía de nuestros amigos y familiares. A olvidarnos de la tecnología y de los teléfonos móviles.
Es una cuestión y un debate que nos resulta familiar. Los dispositivos tecnológicos móviles y las redes sociales protagonizan nuestro día a día, provocando en muchos casos conductas poco saludables que ya hemos tratado en este Blog.
El de este año no es un fenómeno nuevo. Hace décadas que una conocida marca de turrón conmueve cada Navidad a miles de españoles con su claim Vuelve a casa, vuelve por Navidad. A veces, con sentimientos encontrados. Pero ¿por qué nos llega a lo más profundo esa imagen ideal de pasar más tiempo con nuestros seres queridos?
¿Qué determina el gusto por la Navidad?
Hace 3 años, la edición especial de diciembre del British Medical Journal, que dedica sus páginas este mes a estudios sobre la Navidad, publicaba investigación de la Facultad de Salud y Ciencias Médicas de la Universidad de Copenhague que determinaba que el espíritu navideño podría alojarse en el cerebro. En este ensayo participaron 20 personas sometidas a mapeo cerebral.
El equipo del doctor Anders Hougaard fue cauteloso y advirtió de la necesidad de realizar más análisis, antes de exponer sus conclusiones sobre su estudio. El doctor comparó las activaciones cerebrales en personas más o menos entusiastas con la Navidad. Para ello empleó imágenes por resonancia magnética funcional.
Los amantes de la Navidad reaccionaron a imágenes asociadas a estas fiestas con la activación de la corteza premotora y motora primaria izquierdas, el lóbulo parietal derecho superior e inferior, y la corteza somatosensorial primaria.
Estas áreas están asociadas con la espiritualidad y el reconocimiento facial, entre otras emociones. Según los autores, la corteza premotora es determinante en las emociones que surgen al compartir con otros. Es en esta zona en donde actúan las llamadas neuronas espejo, asociadas a la empatía.
La explicación al disgusto por la Navidad
Otro estudio más profundo, realizado con la participación de casi 3.000 europeos procedentes de países con raíces cristianas, concluye que la Navidad provoca una “disminución general de la sensación de bienestar de las sociedades europeas”. Sólo las personas más religiosas se salvan de este efecto, gracias a la espiritualidad.
Hay una tercera investigación, sobre el bienestar subjetivo en la Navidad elaborado por el equipo del profesor del departamento de Psicología Social y Metodología de la Universidad del País Vasco, Darío Páez, que se queda a medio camino. «La gente que participa más en comidas y rituales familiares mejora su bienestar«, comenta su autor. Mientras, las personas que viven en esos días situaciones de conflicto, lo reducen.
Al margen del fundamento científico de estos estudios o de que coincidan con nuestra experiencia particular, los encuentros con los seres queridos, sus abrazos y sus besos, tienen efectos positivos para la salud, contrastados según distintas investigaciones.
El poder del abrazo
Hay varias investigaciones sobre el poder de los abrazos para la salud. La úiltima fue dirigida por Michael Murphy, investigador asociado en psicología en la Universidad Carnegie Mellon (Pittsburgh, EEUU). Los resultados preliminares fueron publicados en octubre en Plos One y concluyen que los abrazos disminuyen los efectos de los conflictos personales y el estrés. Esa misma Universidad firmó años antes una investigación que apuntaba que los abrazos y el apoyo percibido mejoran la respuesta inmune a infecciones como el catarro.
Otro análisis realizado por Karen Grewen, profesora asistente, y por Kathleen Light, profesora del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Carolina del Norte, sugiere que abrazar a nuestras parejas puede reducir la frecuencia cardíaca y la presión arterial, signos asociados al estrés.
La oxitocina y su papel
Harris Stratyner, profesor clínico asociado de Psiquiatría en la Escuela de Medicina Icahn en el Centro Médico Mount Sinai de Nueva York, recuerda que el contacto físico “puede incrementar de forma natural los niveles de oxitocina”.
La oxitocina es un potente neuropéptido que el cuerpo libera en muchas situaciones. Entre ellas, durante las relaciones sexuales, el parto y la lactancia, de ahí que esté asociada al amor y el apego. Pero hay otras muchas situaciones que tienen que ver con los reencuentros con nuestros seres queridos de estas fechas.
Por ejemplo, compartir una comida o una conversación agradable, recibir un masaje, un abrazo… ¿Y cuáles son los efectos para nuestra salud? La liberación de oxitocina genera una sensación de bienestar pero además acelera la curación de las heridas y estimula la hormona del crecimiento en niños. Hay estudios recientes que sostienen que personas con autismo tienen bajos niveles de oxitocina. Está demostrado además que el contacto físico mejora la evolución de los niños prematuros y fortalece a los bebés.
Al margen de lo agradable que pueda ser recibir un beso de tu pareja, una investigación del doctor Hajime Kimata publicada en 2003 sostiene que los besos reducen las respuestas alérgicas de la piel.
Los estudios científicos parecen haber demostrado que el contacto físico con nuestros seres queridos, además de agradable, es un hábito muy saludable.